La liturgia en los tiempos del COVID-19
Sin duda, estos tiempos de pandemia son tiempos difíciles para la liturgia. No tanto por la liturgia en sí misma, sino por nuestra forma de participación en ella. Nuestra manera de celebrar, que hasta ahora siempre nos ha llenado, en estos momentos de propagación del coronavirus requiere un replanteamiento adecuado y una rápida adaptación a las nuevas circunstancias.
Este hecho puede afectar en menor medida a la vida interna de nuestras comunidades, pero es sin duda un gran problema en los lugares donde realizamos diariamente una actividad pastoral ad extra. Por ejemplo, en las muchas parroquias que han sido confiadas a la Orden de Predicadores en todo el mundo. Y entonces nos preguntamos, ¿cómo debemos abordar el problema correctamente?
Permitidme recordaros algunos principios generales y observaciones concretas. Con ellas confío poder ayudaros a discernir cuál debe ser esa perspectiva, y muy especialmente ahora, cuando nos disponemos a vivir la Semana Santa.
La liturgia
No es cierto que nos hayamos quedado sin liturgia por culpa de la pandemia. Y es que después de todo no debemos olvidar que no somos los primeros actores de la misma, sino que el primer actor es siempre Cristo (Sacrosanctum Concilium 7). De hecho, se supone que lo que debemos hacer nosotros es participar en su liturgia, unirnos a Él. Desde esta perspectiva la epidemia es sólo un obstáculo relativo, obstáculo que finalizará tan pronto como sea posible. Sin duda, el Triduo Pascual de este año será diferente porque no podremos reunirnos físicamente con nuestros fieles como comunidad eclesial. Sin embargo, el hecho de que en nuestras parroquias dominicanas las celebraciones se lleven a cabo sin fieles no significa que sean celebraciones privadas. Todo lo contrario, siguen siendo celebraciones de toda la Iglesia, pero, debido a la epidemia, reducidas al mínimo. Merece la pena interiorizar esta perspectiva y recordar siempre que nunca celebramos solos. Celebramos junto con todos aquellos que están espiritualmente unidos a nosotros, aunque no puedan estar físicamente presentes.
Además, la liturgia es mucho más que la celebración de la Eucaristía. Aunque esta sea la «fuente y cumbre de la vida cristiana» (Lumen Gentium 11; cf. Sacrosanctum Concilium 10) no agota todas las actividades litúrgicas de la Iglesia. Después de todo debemos recordar la importancia de la Liturgia de las Horas y la existencia de otras devociones. Devociones muy presentes en la propia tradición de la orden como el rezo del rosario. ¡Vale la pena no limitar nuestro ángulo de visión!
Participación en la liturgia a través de los medios de comunicación
Con toda probabilidad, el coronavirus nos ha obligado a ayunar de la completa celebración litúrgica. En muchos lugares, a fin de seguir construyendo una comunidad concreta, se introdujeron acertadamente retransmisiones de la liturgia por televisión o a través de internet. En muchos lugares, aprender esta forma diferente de participar en la Eucaristía, nos ha implicado abandonar nuestros buenos hábitos: asistencia física, cantos, gestualidad, comulgar… Es decir, todo lo que nos lleva a participar de la Eucaristía de una forma más completa. En cualquier retransmisión, por muy buena que esta sea, nuestro margen de maniobra es limitado. Sin embargo, sería un error afirmar que estos esfuerzos carecen de sentido. En muchas de nuestras parroquias, esta forma de retransmisión es utilizada para los enfermos, los cuales posteriormente reciben la comunión a través de los ministros, ordinarios o extraordinarios, dándoles la oportunidad de participar más plenamente en la celebración eucarística con su comunidad parroquial. Por supuesto, la presencia física es siempre lo más deseable, pero en una situación de emergencia como la que estamos viviendo debemos encontrar otras soluciones.
Vale la pena enfatizar esto: las soluciones actuales son soluciones de naturaleza extraordinaria; cuando la epidemia termine, volveremos a la forma habitual de celebrar la liturgia.
La celebración del Triduo Pascual
La celebración del Triduo Pascual en nuestras comunidades dominicanas no debería constituir un problema. Por supuesto debemos tener en cuenta las instrucciones de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos dictadas para este año, como la supresión del Mandatum. Sin embargo, tal vez pueda ser un buen momento para prestar atención a la forma en que las llevamos a cabo. Es decir, si son una verdadera expresión de lo que manda la regla de vida que hemos profesado: «Lo primero porque os habéis congregado en comunidad es para que habitéis en la casa unánimes y tengáis una sola alma y un solo corazón hacia Dios» (Regula Sancti Augustini 1). También podríamos considerar la posibilidad de introducir elementos propios de la liturgia de la orden, todos ellos incluidos en los renovados libros litúrgicos dominicanos convenientemente aprobados.
En las celebraciones ad extra, especialmente las que llevamos a cabo en nuestras parroquias y para las comunidades que se suelen reunir en nuestras iglesias, la retransmisión puede no ser suficiente. Por supuesto es bueno estar unidos en la oración de la Iglesia, pero también debemos considerar cómo ayudar concretamente en estas «celebraciones domésticas», celebraciones en las que los fieles se ven obligados a quedarse en casa. Y es que existen numerosas soluciones.
En muchos lugares ya se han ideado formas que pueden ser fácilmente imitadas. Un buen ejemplo es el llevado a cabo por la Archidiócesis de Manila o el propuesto por la Conferencia Episcopal Española. Pero por supuesto que existen muchas más, aunque siempre es oportuno inclinarse por las que se adapten mejor a nuestras tradiciones locales concretas. ¡Os animo a todos a hallar la solución más apropiada! La liturgia y la forma de celebrarse es también una manera de predicación, una forma de llevar a cabo nuestra predicación dominicana. Y sobre todo es una responsabilidad pastoral para con todos aquellos que rezan unidos a nosotros y ahora no pueden hacerlo físicamente por encontrarnos en tiempos de pandemia.
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